A tu lado, mi amor

En los estes no asoma

Y eso que me invade, que de a poco va plagando cada parte de mi alma.
Porque a pesar del miedo, siento que puedo, siento que quiero.
Pero me ahogo. Por ejemplo ahora, creo que podés estar llorando. Que se te puede perturbar el corazón. Entonces quiero saber de vos. Te hablé todo el día, pero quiero saber de vos.
Y después me encuentro riéndome de mí misma. A carcajadas me río, porque no es posible que sea igual que el resto de los mortales.
Pero después me concentro un poco. Me compongo entonces digo: " ¿Querés tomar un té?". Y te invito el té porque a mi me gusta mucho y hace siglos que no tomo. Pero en mi "¿querés tomar un té?", se esconde un "¿querés que te cocine, que te escriba, mudarte a mi habitación, que te abrace todo el día, que te esconda en mi bolso y te lleve a todas partes". Estonces lo entiendo. Soy infinitamente cursi, pero lo entiendo. Y quiero salir corriendo, (vos dirás que como siempre). Pero esta vez no huyo, esta vez regreso. Entonces me vas a decir que no soy yo, que miento, que muto de a momentos. Decime lo que quieras, primero que me querés, y después lo que quieras.        
Fantasmas, sueño y reacción. Creo que el buen humor no me engalanó hoy. Los quinientos cigarrillos que fumé me marearon un poco.
Sí, para qué te lo niego si siempre lo termina gritando el cuerpo mismo. Tengo miedo. Es la primera vez en la semana, en el mes acaso, que pienso. Que me dedico a pensar. Tengo frío, pero más en el cerebro, en el alma, que en el cuerpo. La antigua Berta me llega con fantasmas. Pero estos fantasmas son míos, y creo que más que fantasmas son muertos recientes. Son vivos inolvidables. Cuando pienso, siempre me apresuro. Parece que mi mente no soporta su mandato divino. Y me apresuro, le temo al tiempo. No me saludes cuando pase el tiempo.          

Así de careta, así de cursi

Vos sos una mañana de otoño

Vení, te ayudo a cruzar por esta puerta.
A este submundo de adultos patético, que ya bastante conocés de memoria. Te cuido hoy, porque sé que la mente tambalea cuando se envejece. Pero mañana sos un ser nuevo, y ahí también me quedo a tu lado.
No desesperes, es parte de vivir. Eso de crecer y de sufrir al hacerlo. Pero si el resto del mundo no está, y lo olvidan, lo niegan y lo ningunean, yo me quedo con vos. Me quedo hasta que amanezca, hasta que pase el colapso de cumplir un año más. Me quedo hasta que te duermas y cuando te despiertes.
Me quedo el resto de tus días...

¡Feliz cumpleaños, mi amor!      

Abril


Releyendo mi vida —algo que suelo hacer cuando me aburro—recuerdo que abril es, de todos los meses, el que más me asusta (quizá primero esté enero).
Será que el otoño me resulta tan mediocre. Que nunca sé cómo vestirme para no sufril el frío, para no sufrir el calor.
Quizá es porque siempre me dejo estar unos meses, y abril es un recomenzar, un despertar.
Pero ahora abril te trae a vos. Te trajo siempre, pero nunca hasta mí. Ahora trae el frío y esta distancia, pero te trae a vos y yo siento que ya no existe miedo.
Siento que no importa lo que haya hecho, lo que haya sido, porque abril no va a volver a ser lo que fue.
Creo haberte dicho que para escribir algo medianamente decente necesito ser infeliz. Pero vos, Principio de Abril, me hacés tan feliz, yo yo ya no escribo cosas decentes.
Pero vale la pena, vale lo que lloro, vale rodar por el piso, vale no saber qué hacer, porque vos valés cualquier cosa.
Y me quedo con vos en abril y hasta que llegue la primavera. Después empezamos a contar todos los abriles que nos quedan.      

Mandarina


Mandarina extiende los brazos, finge que es posible tocar el cielo, pero pasó la vida colgada de un árbol y ahora no se acostumbra a rodar por la tierra.


Mandarina, ama y no confiesa. Propone pero no hace. Sueña y no vuela.

Mandarina quiere volver al árbol. Quiere ser común, serena. Quiere y no puede, porque ahora el tiempo pasa de otra manera.

Mandarina no se queja, porque de veras le gusta lo que es rodar en la tierra.

Pero más que que le guste, es lo que le queda.