porelcaminodelcostadonosellegaaningúnlado



La claridad que tengo en las horas de insomnio no las tengo durante el día.
Pensar que quise dejarlo todo.
Pero la claridad del día es muy distinta, ahora no quedan vestigios de amor.
Ahora es todo odio. Y si te vas, andate bien. Ni siquiera asomes la nariz, ni siquiera te atrevas.
Pero ya no hay nada por qué tengas que preocuparte, no voy siquiera a sugerirte mi nombre.
Con esto me despido, te dejo a tu suerte. Y no te preocupes que me llevo el secreto. no te preocupes que no te susurro más. No existo más que en tu mente, por suerte no tenés que verme en carne viva.
Me despido,  pero no me importa la despedida.      
Me sube la fiebre, ¡qué asco!
Me sube el enojo, ¡qué descaro!
Me sube la ira, ¡qué asesina!

Pesa

"Cuando lo siglos sean impaciencia, 
volverá,
y no le contaré cuánto ha tardado"
(Adolfo Camberos)  


Me pesan las horas,
las horas y tu nombre
el desarraigo que siento
que siento de mí misma.
Lo que callo, lo que digo
lo que te guardo, siempre
lo que quiero que lleves

¿Acaso hay modo fácil de vivir?

Me pesan las madrugadas,
los ojos de tanto llanto
la realidad que me golpea
y los juego que armo y desarmo
los juego a mi manera

¿Acaso hay modo fácil de decir?

Me pesa extrañarte el resto de la vida
quererte de esta manera,
quererte y que me quieras 

Quererte aunque sea de esta estúpida manera

Foto: Mi corazón, cactus que te aleja 

My arm is on fire

Creo que abandoné por completo la historia. Pasa que soy bastante obsesiva. 
Y como el dolor es intenso, no me permite distenderme, olvidarme, curarme. 




Un alto

Hago un alto,

en la historia y en la vida.
Pero no sé si basta.                                           Te pierdo, me pierdo
Se me terminan las palabras
Me lleno excusas, en realidad sé sólo obsesión. Me pierde no saberte, en realidad no sé querer. 

Los niños en los cactus. Parte 2

Creo que ya le he adelantado que comentaría aquel "pormenor" (recuerdo haberlo llamado así), por el cuál llegó el Libro a mi, y con él la carta, quizá eje principal de la historia.
Guillermo Sergio Aguilera, es el nombre con el que fue bautizado el hermano menor de  mi madre.
¿Qué puedo contarles? Ah, sí... Hace casi ocho años desapareció misteriosamente de su casa de Bernal. Aunque no está confirmado, es de público conocimiento para toda la familia que algo lo perseguía.
Yo en realidad siempre creí que él perseguía algo. Pero mi hipótesis no era avalada por nadie más. Bien, les decía que todos sostenían que era perseguido. Pero no era perseguido por la mafia ni por la policía ni por un espíritu, no, era perseguido por sigo mismo. Pero claro, sólo son rumores que mi madre, ante todo, se encargó de difundir.


Casi seis meses después de que Guillermo hubiera sido visto por última vez, nos dispusimos a realizar vaciamiento de la casa. Entonces, fui por primera vez en tres años al lugar donde mi tío había vivido desde su nacimiento y hasta el último día.
A través de los años he desarrollado un gusto increíble por las cosas antiguas. Quizá sea ese gusto lo que me llevó a enamorarme a primera vista del baúl aterciopelado que se encontraba en la habitación principal.
Así que no tuve un segundo siquiera de duda y lo separé entre las pertenencias de Guillermo que quería conservar conmigo.
Para mi sorpresa, estaba colmado de fotos, recortes de periódicos, cartas. Pero lo que más me llamó la atención fue un cuaderno en el cual mi tío llevaba anotadas como una especie de bitácora, las peripecias de una heroína poco afortunada a la cual llamaba Clara.      

Los niños en los cactus. Parte I.

La siguiente historia llegó a mí de una manera curiosa.
En los últimos años, hubo quien dijera que me había obsesionado con toda esta cuestión de los Julléz. Sería un poco hipócrita de mi parte desmentirlo del todo, pero yo no lo llamaría "obsesión". Sí es verdad que me he apasionado desde un primer momento, pero luego sólo necesitaba saberlo todo. Voy a confesarles que su final, o al menos hasta donde yo podré referir, Fue algo sorprendente.
Si ustedes se preguntan -y estoy segura de que lo hacen- de dónde salió todo y cómo llegó hasta mí, hay algo que es menester que les cuente.
El 20 de marzo de 1996 -cuando transitaba mi primera juventud- encontré dentro de un libro una carta. La carta, estaba doblada en cuatro partes, razón por la cual no me llevó a sospechar nada. El libro en cuestión, era Flush, de Virginia Woolf. Fue realmente extraño que abriera ese libro, si bien lo he disfrutado mucho no considero que sea de lo mejor que haya escrito Woolf. En aquel primer momento no recordé cómo había llegado hasta mí dicho libro. Y ese es un pormenor -quizá no tanto- que referiré posteriormente.  Lo que sí quiero, es transcribirles la carta que dio origen a todo:

[Serg:                                                                                                                          
Sé que dije que te avisaría en cuanto estuviera mejor.
Ha pasado ya un año y casi seis meses, y esta es la 
primera vez que tenés noticia sobre mí.
No voy a pedirte que me disculpes, ese no es mi 
estilo.
Quiero que sepas de mi boca que estoy bien, a pesar
de todo lo que ha ocurrido en este tiempo.
Sigo manteniendo que es mejor todo eso de "la verdad".
Pero, ¿podés creer que las personas no quieran saberlo?       
Todo fue muy macabro y todavía me pesa tanto, que creo que nunca 
podré superarlo del todo.
Voy a irme por un tiempo. ¿Recordás que quería adquirir un poco de mundo?                
 Bien, pues creo que este es el momento. 
Por ahora no nos vamos a ver y supongo que será por un tiempo prolongado.


Te dejo un caluroso abrazo y te deseo (siempre) lo mejor, Clara.]
    

Verdad

Se siente muy distinto cuando me decís la verdad. Porque ahora te conozco, era sólo eso.
Si me decís la verdad, empiezo a creerte todo, porque sé que sos un ser humano. No sé si  eso sea lo mejor, pero al menos es un avance.
Creo que hasta te quiero más, porque ya no te veo oprimida. Creo que te voy a dejar pintar y ahora (que sólo me queda una cámara) te voy a fotografiar, para recordar el momento.
Para recordar la fecha en la que decidiste comenzar a decir la verdad.    

Disconforme

Resulta que desde afuera todos se ven mal, pero uno no puede decirlo.
Se le condena a uno por sentirse un poco a disgusto, pero debe fingirlo para que nadie se sienta presionado.
Cómo me cansa. En realidad es un poco de miedo lo que se siente, pero no sé quién se está más asustado, yo o el resto del mundo.      
Cúmulo 
de 
Cosas
Uno a uno se van yendo
 por el camino del silencio
 y se escapan y me detesto
cómo extraño sus secretos
guardo alguna cosa todavía
llegué sin ninguna expectativa
y me llevé días únicos
es cerrar los ojos
 y volver a empezar
es buscar otro rostro