Los niños en los cactus. Parte 2

Creo que ya le he adelantado que comentaría aquel "pormenor" (recuerdo haberlo llamado así), por el cuál llegó el Libro a mi, y con él la carta, quizá eje principal de la historia.
Guillermo Sergio Aguilera, es el nombre con el que fue bautizado el hermano menor de  mi madre.
¿Qué puedo contarles? Ah, sí... Hace casi ocho años desapareció misteriosamente de su casa de Bernal. Aunque no está confirmado, es de público conocimiento para toda la familia que algo lo perseguía.
Yo en realidad siempre creí que él perseguía algo. Pero mi hipótesis no era avalada por nadie más. Bien, les decía que todos sostenían que era perseguido. Pero no era perseguido por la mafia ni por la policía ni por un espíritu, no, era perseguido por sigo mismo. Pero claro, sólo son rumores que mi madre, ante todo, se encargó de difundir.


Casi seis meses después de que Guillermo hubiera sido visto por última vez, nos dispusimos a realizar vaciamiento de la casa. Entonces, fui por primera vez en tres años al lugar donde mi tío había vivido desde su nacimiento y hasta el último día.
A través de los años he desarrollado un gusto increíble por las cosas antiguas. Quizá sea ese gusto lo que me llevó a enamorarme a primera vista del baúl aterciopelado que se encontraba en la habitación principal.
Así que no tuve un segundo siquiera de duda y lo separé entre las pertenencias de Guillermo que quería conservar conmigo.
Para mi sorpresa, estaba colmado de fotos, recortes de periódicos, cartas. Pero lo que más me llamó la atención fue un cuaderno en el cual mi tío llevaba anotadas como una especie de bitácora, las peripecias de una heroína poco afortunada a la cual llamaba Clara.      

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