Adiós isla, hola maravilla

Pienso que amarte colma mi vida.


No lo es todo, pero es lo suficiente como para que pueda dejar de lado lo que aún me falta.

No es que lo (hasta ahora) ausente no me interese. Es algo mucho más profundo.

Es comprender que lo que conforma la vida, se oculta tras tus ojos.

La tarde me confrontó, una vez más, con el enojo. Es que te amo tanto. Es que todomundo debería amarte al menos la mitad de lo que yo lo hago. Y todomundo sería mejor, sería hermoso, feliz.

Cuando lo leas, sé que vas a pensar que exagero. Pero no lo hago ni divago ni me equivoco.

Lo que pasa es que el resto del mundo, tan trivial como se nos presenta a los ojos, no entiende nada. Por eso, quizá, es mi deber hablarte sobre tus maravillas. Que te aseguro que pocos conocen y ninguno lo hace como yo.

Oigo tus palabras, ellas nunca me mienten, no me abandonan, tampoco se derrochan. Tus actos, hacen otro poco. No van contra lo que realmente desean. A veces les cuesta, es que son demasiado diplomáticos. Pero al final, siempre, siempre encuentran la salida.

Y yo apoyo tus salidas. Apoyo aún el tiempo que te demora, porque eso habla de tu nobleza; y si no tuvieras esa nobleza, qué sería de la vida.

Te dije: “La tarde me confrontó, una vez más, con el enojo”. Pero el enojo se disipa cuando entiendo que vos sos capaz de perdonar a pesar del dolor; de amar a pesar de la lejanía. No soy como vos. De hecho, nadie puede serlo. Nos falta pasión, entrega, belleza, perfección. Pero vos, Mañana más Hermosa, sos todo lo noble, lo dulce, lo desinteresado, que yo di por pedido, que yo negué del mundo.

Y cuando te miro pienso que hay un mañana. Pienso que los idiotas no entienden nada, por eso hablan de amor pero no pueden vivirlo; hablan de ayuda pero no pueden brindarla; hablan de paz pero no pueden sentirla.

Te amo y amarte es un beneficio que no todos tienen. Te amo y eso me convierte en un ser completamente feliz. Te amo y eso me acerca a la orilla y me aleja de la isla.