Abracé

Abracé la lluvia o ella me abrazó. No lo vi con claridad, estaba lloviendo y me sumergí en el ocaso de un día gris. Te pedí no abras la puerta, es lo que siempre pido en esos días. Tan típico tuyo: nunca podés obedecer, tu espíritu es tan libre. Aún más que el mío.
Mojé mis cabellos, y me dije: “Volvamos a empezar. Dejemos los sueños, Abandonemos los artificios
Y olvidemos, eso si, olvidemos que hubo un después.
Perdamos esa obsesión. ¡Qué fea me queda esta obsesión! Si no fuera así, me vería mejor.
Saltemos el muro, la cárcel que nos separa. Pero no te preocupes, yo también vine al mundo a divertirme
¿Y qué, si quiero tus libros?
¿Y qué, si quiero tus obras?
Y qué, si me obsesionan tus rimas y tus colores
Y qué, si descubro que no hay un presente
Y qué, si ya lo sabía.
Decime, cuánto me puede importar ahora el tiempo, ahora que ya no pasa. Tengo tiempo de sobra. Tengo toda una vida. ¿ y cuando se acabe? Cuando se acabe, habrá sido vida. No hay más misterio, ni más secreto que me quede.

I


Ah vuelto recurrente e inesperada. Golpeó una puerta y alguien abrió.
Es la misma historia, sabe exactamente a dónde hay que ir. Sabe la hora, los lugares a los que acudir.
Nos pisa los talones, toda la vida nos pisa los talones hasta que nos alcanza. La infausta ni siquiera duda. Se agazapa, espera y salta justo a la yugular. Chupa y nos desgasta hasta vernos yacer en el suelo. Hasta que ya no tenemos fuerza para seguir. Hasta que ya no somos más nada.
Hoy han dejado de existir tantos. Se han desvanecido sus sueños, sus miedos, sus pecados y todo aquello que los ha conformado.
No es mejor, no habrá manera de superarlo. No deseamos lo que hay del otro lado, sólo lo desconocemos. Hasta hoy he creído que era un paso más. Uno hermoso y necesario. Ahora no puedo creerlo. No hay nada que refute la lozanía, nada que reemplace el calor.
No hay alegría en el polvo. No hay regreso de los gusanos. No queda nada por entender después que aquel punto. Es irreversible. Es inconsolable. Es el sin retorno. Es el fin de todos los caminos que han osado bifurcarse.




Ilustra Mark Rothko