Febrero, mes que decide el resto de mi vida. Entiendo dejar todo lo que voy a dejar y me resulta imposible obviar el abandono.
Las místicas tardes encerrada del lado de adentro de la casa me enseñador a entender distinto que el resto de las personas los hechos.
Hoy lo sé, no hace falta que nadie disimule o me oculte la verdad: todos se fueron y se van, literalmente.
Siento que existe de alguna forma la manera, al menos la nimia manera, de tener una nueva oportunidad.
Quizá fui yo, quizá dejé que todos se fueran, pero mi culpa no sirve para hacer distintas las cosas. Lo que sé puedo hacer es fingir, fingir que no me importó la traición. ¿Porque decir traición? Quizá yo debería hacer lo mismo. Nada me dejaron los intentos de creer en lo que nunca fue mío. Los artificios en los que creí poder vivir no hicieron más que destruirme. Nada más: el final.
Exhausta, imposible seguir con los delirios. Sólo huyo en mis palabras y aún así no necesito a nadie.
Somos tan efímeros como el aire, ¿porqué necesitarnos?
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