Día 2: Egos


Ahora lo pienso con más claridad. Con más claridad de la que tuve nunca en mi vida.
Realmente, por un momento no me conformé, ni lo hago ahora. Creí que el mundo era ser una estrella encantadora. Un ser capaz de dominar el cielo y la tierra. De someter todas las artes. De poseer todos los talentos. Creí que se podía ser Dios y ser feliz.
Hoy no creo que se pueda, porque tampoco lo pretendo. Es irónico cómo llega la lucidez a nuestras vidas. De repente ves aquello a lo que aspiras, respiras y te dices: "ya no lo quiero". No lo quiero porque es efímero. No lo quiero porque es estúpido. No lo quiero porque nunca sería tan imbécil para tolerar tal arrogancia. Porque no puedo volverme un rostro hermoso, ni un ser talentoso, sin escrúpulos.
No querría nunca que alguien diga que lo que yo digo es así ,sólo porque yo lo digo. Es una especie de ser un modelo de la nada misma y un ser insensible que se cree capaz de producir cualquier efecto. No hay una privacidad, como sí la hay en la idea de escribir algo, que nadie leerá.
No creo poder vivir de esa manera: destacar qué es lo injusto y qué lo correcto, pero, sin embargo, hacer todo lo contrario. Es fácil decir que lo que pasa en el mundo debe terminar, cuando se es tan estoico. Es sencillo, porque en esa “condición” nada importa.

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