Desgrano tus palabras. Desde hace meses te transformo en mil maneras: te disfrazo, te maquillo, te purgo el corazón. Pero ya haz decubierto la clase de persona que soy, te comenté de mis talentos para destruir.
Navego tus mañanas, hasta acaricio tus costas, pero mi espíritu libre no sabe anclarte, no gusta de hacerlo.
Me distraigo, sólo por momentos me vuelvo cómplice de todo ésto. Y ya no sé en qué varía, en qué cambia un abrazo, en qué cambian tus labios.
Me voy convirtiendo en eso que odiás, eso que te repugna, será porque nunca puedo cambiar el sentido.
Inhalo, es casi el último aliento. Es que todo lo entendés mal. No creo poder decir nada, todo siempre se entremezcla cuando te hablo. Yo no sé decir adiós, pero es justo lo que debería.
La tarde estuvo pesada. Todo el día fue la tarde.
Lo que pasa es que siempre llego a lo mismo: vos y tu arte me fascinan.
Me fascina que estés tan loco. Y, a la vez, me enloquece que lo sepas con total certeza.
Estoy al borde de la edad Clave. De descubrir lo poco que hice durante estos 22 años. Me pesa el tiempo en los hombros. Finalmente me voy a decidir por el reloj de arena, es una de esas cosas que se me pone entre ceja y ceja. Todo se me pone entre ceja y ceja, todo se me vuelve un vulgar capricho.
Me está cansando un poco ésto. Me voy a comprar una cámara fotográfica profesional, parece que es la nueva moda.
Y de moda está también la no correspondencia. Me siento como un poema de A.P., Como un sueño entre cortado. Estoy como el fantasma de Akutagawa.
Estoy como no quiero, necesito soledad.
Lo que pasa es que siempre llego a lo mismo: vos y tu arte me fascinan.
Me fascina que estés tan loco. Y, a la vez, me enloquece que lo sepas con total certeza.
Estoy al borde de la edad Clave. De descubrir lo poco que hice durante estos 22 años. Me pesa el tiempo en los hombros. Finalmente me voy a decidir por el reloj de arena, es una de esas cosas que se me pone entre ceja y ceja. Todo se me pone entre ceja y ceja, todo se me vuelve un vulgar capricho.
Me está cansando un poco ésto. Me voy a comprar una cámara fotográfica profesional, parece que es la nueva moda.
Y de moda está también la no correspondencia. Me siento como un poema de A.P., Como un sueño entre cortado. Estoy como el fantasma de Akutagawa.
Estoy como no quiero, necesito soledad.
Ahora necesito que me ames, cambiarte el sexo y sentir que crezco en importancia dentro de tu pecho.
Necesito desvanecerme, perder peso, emborracharme hasta olvidar mis traumas.
Son las horas del sueño, me vuelvo un ser noctámbulo. Me pregunto si le temo tanto a la noche. Si realmente no quiero dormir, o si sigue asustándome la noche. Analizo la llave del gas, los vidrios, las pastillas, analizo el dolor (porque de eso también se puede morir). Decido, pierden sentido las cosas que siempre me han parecido tan reales. Pierdo sentido, nunca he sido real.
Me despido anticipadamente, me desprendo de mi Yo material y de mi Yo carnal, ahora soy sólo espíritu, y dudo ser uno muy libre.
Me despido con antelación, no digas luego que no te avisé. Sé que necesito un breve lapso para volver a ser efímera. Maldita auto-superación de aquellos días, que me hizo pensar que era un ser real.
Falta casi nada, el sol está próximo a mi ventana. Me pregunto si ellos se habrán sentido así alguna vez.
Sí, de seguro que sí. Pero a ellos los amparaba algo grande, algo que valía la pena. Ya nada me ampara, desde hace "lustros" nada me ampara. Nada me va a amparar tampoco.
Ya no resta sentido terrenal. Estoy en la proximidad del descenso, bajo y luego te cuento. Dudo que el reino se sienta muy mal, tampoco hará una fiesta. Pero claro, olvidé decirte antes: lo de la sangre azul fue sólo un espejismo. No te preocupes, mi sangre es roja, fluye como un mar por mi cuerpo (nunca he sido más trivial).
Ilustra Francesca Woodman, From Angel Series, Rome 1977-1978
Empiezo de nuevo
Desde los confines y los albores te llamo,
esbozo un gesto cotidiano y me retuerzo
por un sentimiento que no he sentido antes.
Resguardé mis cinco horas de sueño, te soñé cuatro horas y cuarenta y cinco minutos.
Se me vuelve obsesión el recuerdo.
Te cuento las pestañas, descubro la herencia
Te leo entre lineas, te leo el cuerpo y el alma
Te escucho en el silencio, ya he aprendido a entenderte hasta los gestos
Desde los confines y los albores te llamo,
esbozo un gesto cotidiano y me retuerzo
por un sentimiento que no he sentido antes.
Resguardé mis cinco horas de sueño, te soñé cuatro horas y cuarenta y cinco minutos.
Se me vuelve obsesión el recuerdo.
Te cuento las pestañas, descubro la herencia
Te leo entre lineas, te leo el cuerpo y el alma
Te escucho en el silencio, ya he aprendido a entenderte hasta los gestos
He abandonado el vegetarianismo, sólo me he vuelto caníbal. Por eso, te arranco el corazón con mis propias manos. Sin decidirlo, te extraigo la poca alegría que te doy.
Te estrujo el cuerpo y el alma, te martillo la cabeza, te la destrozo con mis puños y te arranco con los dientes tus arterias.
A cada palabra te empujo al abismo. De seguro te coquetea la muerte por las tardes, cuando cae el sol, cuando notás lo depresivo del silencio que te invade. Lo hacés justo cuando acabo de dedicarte un cuadro de Chagall. Lo hacés cuando te olvidás que ya te comenté que me pesa el amor, que me arrincona el tiempo, que me asustan los años.
Te estrujo el cuerpo y el alma, te martillo la cabeza, te la destrozo con mis puños y te arranco con los dientes tus arterias.
A cada palabra te empujo al abismo. De seguro te coquetea la muerte por las tardes, cuando cae el sol, cuando notás lo depresivo del silencio que te invade. Lo hacés justo cuando acabo de dedicarte un cuadro de Chagall. Lo hacés cuando te olvidás que ya te comenté que me pesa el amor, que me arrincona el tiempo, que me asustan los años.
¿Puedo pedir solamente un oasis?
Algo así como un descanso
La vida empieza a esfumarse,
mengúa mi tiempo y aún está tan lejos
Necesito parar, estacionar al costado
y ver todo pasarme de largo
Dejar pasar unos años
Creo que sos el oasis
pero caminé tanto por el desierto
Más bien sos el oasisespejismo
Pero aún no caminé lo suficiente
Ha de ser por el fin,
ha de ser que me vuelvo vieja,
ha de ser que casi no hay talentos
Algo así como un descanso
La vida empieza a esfumarse,
mengúa mi tiempo y aún está tan lejos
Necesito parar, estacionar al costado
y ver todo pasarme de largo
Dejar pasar unos años
Creo que sos el oasis
pero caminé tanto por el desierto
Más bien sos el oasisespejismo
Pero aún no caminé lo suficiente
Ha de ser por el fin,
ha de ser que me vuelvo vieja,
ha de ser que casi no hay talentos
Maldije las horas todo el día, que me sofoca el calor, que me destierra el encierro
Veintitrés horas practiqué las palabras, las armé perfectas, inextricables, profundas
Me señalaste que el fuego sale de tu nariz
estallé en un lapso de ternura,
empero, diez minutos después, descubrí la inexistencia del todo
Será porque que te veo hasta el hartazgo
Ese día fui presa del idiotismo
te juro que busco explicaciones
te miro y te miro (siempre de reojo)
te pienso y te pienso
pero hay algo que te engalana, querido
lo debatí toda las tarde con tus admiradores
por qué es tan difícil
porqué sos tan difícil, aún cuando te estás volviendo tan trivial
Ese día fui presa del idiotismo
te juro que busco explicaciones
te miro y te miro (siempre de reojo)
te pienso y te pienso
pero hay algo que te engalana, querido
lo debatí toda las tarde con tus admiradores
por qué es tan difícil
porqué sos tan difícil, aún cuando te estás volviendo tan trivial
Taladro metálico y profundo
Asesino asistido
Y ellos me preguntan: "¿Haz visto su cara?"
Habla con faltas de ortografía, sí.
No entiende de artes, sí
Nada sabe de sonidos, de música, pues claro.
Pero sí, todo ésto yo lo entiendo.
Evito mirar -Les digo-. Lo hago todo el día
Y nunca me sale bien
Tiene voz y se cuela por mis oídos
Es joven, quizá demasiado joven.
Está desmembrado en cuerpo y alma
¿Qué es lo que esconde su alma?
¿Qué es lo que trae entre manos?
Tiene la sonrisa lasciva,
perverso ha salido el muchacho
Pero él aún no lo sabe
Peca de inocente, y le queda bien.
A mí sí no me van a perdonar el haberme distraído
Asesino asistido
Y ellos me preguntan: "¿Haz visto su cara?"
Habla con faltas de ortografía, sí.
No entiende de artes, sí
Nada sabe de sonidos, de música, pues claro.
Pero sí, todo ésto yo lo entiendo.
Evito mirar -Les digo-. Lo hago todo el día
Y nunca me sale bien
Tiene voz y se cuela por mis oídos
Es joven, quizá demasiado joven.
Está desmembrado en cuerpo y alma
¿Qué es lo que esconde su alma?
¿Qué es lo que trae entre manos?
Tiene la sonrisa lasciva,
perverso ha salido el muchacho
Pero él aún no lo sabe
Peca de inocente, y le queda bien.
A mí sí no me van a perdonar el haberme distraído
Ahora lo siento todo.
Mis dedos hipersensitivos, pueden hasta acariciar el aire.
Por fin van a dar resultados las enseñanzas (algún día tenían que hacerlo).
Al fin voy a dejar de creer que necesito algo, que algo me es indispensable.
Caen y trepan, han caído los mantos, todos han caído. Ya no me cegan las mentiras. Empiezo a sentir la libertad. Empiezo a creer que se puede ser un Espíritu Libre.
Lo anhelo, lo disfruto.
Ya no recuerdo el porqué, pero ya tampoco me importa.
Te deseo lo de siempre, y que encuentres el camino.
No puedo senirlo, querido. ¿Está muy mal?
Metería la cara en una bolsa de cebollas.
Quisiera poder mostrarme afligida. Quisiera que el puñal fuera más hondo, que sangrara un poco más.
Ahora sangra, pero es por otras cosas.
Mis dedos hipersensitivos, pueden hasta acariciar el aire.
Por fin van a dar resultados las enseñanzas (algún día tenían que hacerlo).
Al fin voy a dejar de creer que necesito algo, que algo me es indispensable.
Caen y trepan, han caído los mantos, todos han caído. Ya no me cegan las mentiras. Empiezo a sentir la libertad. Empiezo a creer que se puede ser un Espíritu Libre.
Lo anhelo, lo disfruto.
Ya no recuerdo el porqué, pero ya tampoco me importa.
Te deseo lo de siempre, y que encuentres el camino.
No puedo senirlo, querido. ¿Está muy mal?
Metería la cara en una bolsa de cebollas.
Quisiera poder mostrarme afligida. Quisiera que el puñal fuera más hondo, que sangrara un poco más.
Ahora sangra, pero es por otras cosas.
Por lo demás, toda su vida es un invento. De todas las clases existentes de mentiras, ella es la más rara. No hay acaso nada que la una a un presente o, al menos, a un haber existido en forma y tiempo real.
Tiene padres, tiene una fecha (con día, mes, año y hora) de nacimiento, tiene una hermana, una casa, un ex novio, dos o tres amigos pero, aún así, no existe.
La idea de la existencia puede ser bastante efímera. Acaso, ¿Existimos porque otros nos pueden ver? Posiblemente no. Pero para que se pueda decir que alguien ha existido, es menester poder entablar una conexión entre la persona y el mundo que la rodea. Pues esto, de esta manera, es imposible con ella.
No ha tomado nunca un riesgo, ni siquiera ha cambiado de lugar los objetos de su habitación, porque ésto significaría romper la rutina. Nunca ha enfrentado la vida de esa manera que se la enfrenta cada tanto: sin pensar exactamente qué se va a hacer cuando se esté frente a ella .
Tiene los libros, sí. Se conoce de memoria todas aquellas hermosas teorías, que ha rescatado de manuales. Conoce, de eso doy fe, las palabras más extrañas y sabe, para su beneplácito, cuándo es el justo momento de insertarlas. Pero fuera de ello, no sabe nada.
No tuvo nunca un deseo propio. No ha acariciado sueños, ni ansias de libertad.
Su cuarto, bunker de la perfecta soledad, tiene las paredes rosa chicle y una guarda con flores color naranja. No sólo no hay nada que convine, sino que es horrible; de seguro no le importa, no hay manera de que le importe en absoluto. Sobre el escritorio una vieja máquina de escribir que, aunque nunca la usa, siente le da un aire de viejo escritor importante. Al costado derecho del escritorio, sobre un mueblecito de caña, seis discos ordenados de perfecta manera hacen las veces de adorno y de discos.
Por lo demás, nueve o diez trajes, no más (¡para qué más?). Todos con un parecido increíble, que dejan en claros cuáles son su pretensiones en la vida: colores neutros, modelos nada ávidos y, cómo era de esperar, repetidos y viejísimos.
Cada día es un calco, una burda repetición del anterior. Nada hay para descubrir, nada para inventar. Su cabeza no cavila, ni por un segundo lo hace, en salir de la casa y caminar sin rumbo. No se le atraviesan por la mente momentos de correr sin rumbo hasta llegar a una plaza y dejarse caer en el pasto. No se le ocurre perder la noción del tiempo. No piensa que de vez en cuando debería perder algo, para descubrir por vez primera, que ha faltado a sus propias leyes, que ha roto, al fin, la triste rutina.
No entiende que vivir es sufrir. Que cuando se sufre se ama más la vida, se desea más vivir.
No se le ocurre hasta que encuentra la verdadera rutina.
Ese letargo eterno, gris, lleno de polvo y muchos, muchos metros bajo tierra
Ilustra Giuseppe
Abracé la lluvia o ella me abrazó. No lo vi con claridad, estaba lloviendo y me sumergí en el ocaso de un día gris. Te pedí no abras la puerta, es lo que siempre pido en esos días. Tan típico tuyo: nunca podés obedecer, tu espíritu es tan libre. Aún más que el mío.
Mojé mis cabellos, y me dije: “Volvamos a empezar. Dejemos los sueños, Abandonemos los artificios
Y olvidemos, eso si, olvidemos que hubo un después.
Perdamos esa obsesión. ¡Qué fea me queda esta obsesión! Si no fuera así, me vería mejor.
Saltemos el muro, la cárcel que nos separa. Pero no te preocupes, yo también vine al mundo a divertirme
¿Y qué, si quiero tus libros?
¿Y qué, si quiero tus obras?
Y qué, si me obsesionan tus rimas y tus colores
Y qué, si descubro que no hay un presente
Y qué, si ya lo sabía.
Decime, cuánto me puede importar ahora el tiempo, ahora que ya no pasa. Tengo tiempo de sobra. Tengo toda una vida. ¿ y cuando se acabe? Cuando se acabe, habrá sido vida. No hay más misterio, ni más secreto que me quede.
Mojé mis cabellos, y me dije: “Volvamos a empezar. Dejemos los sueños, Abandonemos los artificios
Y olvidemos, eso si, olvidemos que hubo un después.
Perdamos esa obsesión. ¡Qué fea me queda esta obsesión! Si no fuera así, me vería mejor.
Saltemos el muro, la cárcel que nos separa. Pero no te preocupes, yo también vine al mundo a divertirme
¿Y qué, si quiero tus libros?
¿Y qué, si quiero tus obras?
Y qué, si me obsesionan tus rimas y tus colores
Y qué, si descubro que no hay un presente
Y qué, si ya lo sabía.
Decime, cuánto me puede importar ahora el tiempo, ahora que ya no pasa. Tengo tiempo de sobra. Tengo toda una vida. ¿ y cuando se acabe? Cuando se acabe, habrá sido vida. No hay más misterio, ni más secreto que me quede.
Ah vuelto recurrente e inesperada. Golpeó una puerta y alguien abrió.
Es la misma historia, sabe exactamente a dónde hay que ir. Sabe la hora, los lugares a los que acudir.
Nos pisa los talones, toda la vida nos pisa los talones hasta que nos alcanza. La infausta ni siquiera duda. Se agazapa, espera y salta justo a la yugular. Chupa y nos desgasta hasta vernos yacer en el suelo. Hasta que ya no tenemos fuerza para seguir. Hasta que ya no somos más nada.
Hoy han dejado de existir tantos. Se han desvanecido sus sueños, sus miedos, sus pecados y todo aquello que los ha conformado.
No es mejor, no habrá manera de superarlo. No deseamos lo que hay del otro lado, sólo lo desconocemos. Hasta hoy he creído que era un paso más. Uno hermoso y necesario. Ahora no puedo creerlo. No hay nada que refute la lozanía, nada que reemplace el calor.
No hay alegría en el polvo. No hay regreso de los gusanos. No queda nada por entender después que aquel punto. Es irreversible. Es inconsolable. Es el sin retorno. Es el fin de todos los caminos que han osado bifurcarse.
Ilustra Mark Rothko
No quiero más ídolos,
porque no quiero más hipocresía.
No quiero más llanto,
porque no quiero una vida-tragedia
No quiero más cosas tangibles,
lo más hermoso suele ser efímero
No quiero más preguntas estúpidas,
porque no quiero más gente estúpida
No quiero más mentiras,
porque nada se compara con la verdad
No quiero más sueños,
si no estoy dispuesta a despertarlos
No quiero más miedos,
porque la vida no se vive agazapado
No quiero más cadenas,
porque la felicidad no es más que la libertad
No quiero más cercas o lejos,
pues nunca dejaré de ser una isla
No quiero más perderme cosas,
porque cuando lo hago me evito vivir.
No quiero más pensar en el pasado,
porque no hay nada más desconocido
No quiero más no querer más nada,
lo mejor es lo que todavía no ha venido.
porque no quiero más hipocresía.
No quiero más llanto,
porque no quiero una vida-tragedia
No quiero más cosas tangibles,
lo más hermoso suele ser efímero
No quiero más preguntas estúpidas,
porque no quiero más gente estúpida
No quiero más mentiras,
porque nada se compara con la verdad
No quiero más sueños,
si no estoy dispuesta a despertarlos
No quiero más miedos,
porque la vida no se vive agazapado
No quiero más cadenas,
porque la felicidad no es más que la libertad
No quiero más cercas o lejos,
pues nunca dejaré de ser una isla
No quiero más perderme cosas,
porque cuando lo hago me evito vivir.
No quiero más pensar en el pasado,
porque no hay nada más desconocido
No quiero más no querer más nada,
lo mejor es lo que todavía no ha venido.
La noche me posee con calma
una que no creo recordar
Próxima a los refugios
donde mi niñez escondió el alma.
Cercana a los lapsos
en que no escuché sus quejidos.
Lisa como los lienzos
que acariciaron mis manos.
La noche se presta serena,
se agolpa en mi pecho un estado único,
estalla antes de que me dé cuenta.
Mi cuerpo es uno con el universo.
Uno y sólo uno.
Uno como todos y cada uno de los segundos.
Como lo es el ser mismo.
La noche se desvanece en el humo.
Hoy no hubo noche, hoy fue todo día.
Hoy no hubo tiempo
una que no creo recordar
Próxima a los refugios
donde mi niñez escondió el alma.
Cercana a los lapsos
en que no escuché sus quejidos.
Lisa como los lienzos
que acariciaron mis manos.
La noche se presta serena,
se agolpa en mi pecho un estado único,
estalla antes de que me dé cuenta.
Mi cuerpo es uno con el universo.
Uno y sólo uno.
Uno como todos y cada uno de los segundos.
Como lo es el ser mismo.
La noche se desvanece en el humo.
Hoy no hubo noche, hoy fue todo día.
Hoy no hubo tiempo
...Sólo se sigue siento "joven"
cuando el alma no descansa,
cuando no busca la paz.
Friedrich Nietzsche
9°piso.
Tiro la colilla de cigarrillo y observo su caída hacia el vacío. Me pregunto qué será de la colilla cuando roce el piso.
¿Qué cambios experimentará?
¡Qué ganas de saltar!
No es un impuso suicida, no es algo muy pensado, no salí al balcón con la idea de saltar.
Para ser exacta, fue la necesidad de fumar lo que me movió de la comodidad del sillón que me contenía. El dueño de casa me pidió que no tirara la colilla en el balcón. Es una de esas casa donde está por completo prohibido fumar. Lo respeto, pero realmente me molesta mucho.
Cuando por fin se consumió el cigarro, lo apagué en mi bota cuña y lo arrojé. Fue ahí cuando me entraron unas ganas inmensas de saltar. Sentí, el deseo de ser libre, de caer al vacío. Ganas de que mi alma encuentre la paz y de que mi mente sea nula, al menos por un momento.
Fue algo parecido a lo que hablé con esa chica una noche.
—Creo que todos somos un poco suicidas —le dije.
—Puede ser —respondió con cierto dejo de duda—. Hasta a mi me pasa me a veces.
—Creo que todo radica —comenté muy segura—, en que estamos en un mundo en el cual nunca pedimos estar. Nos toma toda la vida entender todo lo que nos rodea y nunca lo hacemos del todo y, en el mejor de los casos, cuando lo hacemos estamos a un paso de la muerte.
Miro otra vez hacia abajo. Miro y me invade la duda. No quiero morir cubierta de sangre. De hecho, me causaría mucha impresión. ¿Cómo se partiría mi cabeza por el impacto? ¿Habrá calma más pacífica? Habrá un modo más noble, eso ni que lo diga. Pero el momento es único, es como debe ser cualquier instante en el que uno decide dejar confusión y adentrarse a la claridad. Es como debe ser la paz más inmensa del mundo.
Hay algo más que recuerdo de la conversación de ese día. Ella, dotada de una calma suprema, me expuso el tema.
—A veces viajo en el asiento trasero de un auto por la ruta y siento el impulso de arrojarme.
—Naturalmente —dije, mientras miraba sus ojos que no me mentían y que no querían hacerlo tampoco—. He tenido esos impulsos también.
Creo que la tranquilicé al decirle ésto último. Más bien lo hice porque se notaba que se había sentido algo rara al decirlo; supongo que porque no sabía a quién se lo estaba diciendo. Pero creo que logré calmarla, debe ser porque ni por un momento pensé en juzgarla.
Quizá ahora yo necesitaría su calma. Necesitaría entender que nada es tan nefasto. Que todo, excepto este preciso instante, es modificable. Bueno, el pasado tampoco lo es pero, en todo caso, el pasado ni siquiera es real.
Miro el cielo. Sólo unas pequeñas nubes lo manchan. El clima es perfecto: un vientito tenue me despeina y me impulsa a salta. Me atrae hacia el fin del encadenamiento, hacia el principio del espíritu libre.
Alguien me llama y saca del encierro mental. ¡Qué inoportuna suele ser la gente!
—Te vas a congelar ahí afuera.
—No es para tanto, che —respondo por no mandarlo al infierno.
Alguien propone un brindis
—Dale, agarra la copa —me dice—. ¿Por qué vas a brindar?
—¿Que porqué voy a brindar? Brindo por la vida, y por todo lo maravilloso que en ella, nos coquetea y se nos oculta.
cuando el alma no descansa,
cuando no busca la paz.
Friedrich Nietzsche
9°piso.
Tiro la colilla de cigarrillo y observo su caída hacia el vacío. Me pregunto qué será de la colilla cuando roce el piso.
¿Qué cambios experimentará?
¡Qué ganas de saltar!
No es un impuso suicida, no es algo muy pensado, no salí al balcón con la idea de saltar.
Para ser exacta, fue la necesidad de fumar lo que me movió de la comodidad del sillón que me contenía. El dueño de casa me pidió que no tirara la colilla en el balcón. Es una de esas casa donde está por completo prohibido fumar. Lo respeto, pero realmente me molesta mucho.
Cuando por fin se consumió el cigarro, lo apagué en mi bota cuña y lo arrojé. Fue ahí cuando me entraron unas ganas inmensas de saltar. Sentí, el deseo de ser libre, de caer al vacío. Ganas de que mi alma encuentre la paz y de que mi mente sea nula, al menos por un momento.
Fue algo parecido a lo que hablé con esa chica una noche.
—Creo que todos somos un poco suicidas —le dije.
—Puede ser —respondió con cierto dejo de duda—. Hasta a mi me pasa me a veces.
—Creo que todo radica —comenté muy segura—, en que estamos en un mundo en el cual nunca pedimos estar. Nos toma toda la vida entender todo lo que nos rodea y nunca lo hacemos del todo y, en el mejor de los casos, cuando lo hacemos estamos a un paso de la muerte.
Miro otra vez hacia abajo. Miro y me invade la duda. No quiero morir cubierta de sangre. De hecho, me causaría mucha impresión. ¿Cómo se partiría mi cabeza por el impacto? ¿Habrá calma más pacífica? Habrá un modo más noble, eso ni que lo diga. Pero el momento es único, es como debe ser cualquier instante en el que uno decide dejar confusión y adentrarse a la claridad. Es como debe ser la paz más inmensa del mundo.
Hay algo más que recuerdo de la conversación de ese día. Ella, dotada de una calma suprema, me expuso el tema.
—A veces viajo en el asiento trasero de un auto por la ruta y siento el impulso de arrojarme.
—Naturalmente —dije, mientras miraba sus ojos que no me mentían y que no querían hacerlo tampoco—. He tenido esos impulsos también.
Creo que la tranquilicé al decirle ésto último. Más bien lo hice porque se notaba que se había sentido algo rara al decirlo; supongo que porque no sabía a quién se lo estaba diciendo. Pero creo que logré calmarla, debe ser porque ni por un momento pensé en juzgarla.
Quizá ahora yo necesitaría su calma. Necesitaría entender que nada es tan nefasto. Que todo, excepto este preciso instante, es modificable. Bueno, el pasado tampoco lo es pero, en todo caso, el pasado ni siquiera es real.
Miro el cielo. Sólo unas pequeñas nubes lo manchan. El clima es perfecto: un vientito tenue me despeina y me impulsa a salta. Me atrae hacia el fin del encadenamiento, hacia el principio del espíritu libre.
Alguien me llama y saca del encierro mental. ¡Qué inoportuna suele ser la gente!
—Te vas a congelar ahí afuera.
—No es para tanto, che —respondo por no mandarlo al infierno.
Alguien propone un brindis
—Dale, agarra la copa —me dice—. ¿Por qué vas a brindar?
—¿Que porqué voy a brindar? Brindo por la vida, y por todo lo maravilloso que en ella, nos coquetea y se nos oculta.
Creo que no puedo parar. El corazón no me permite parar ya.
Hay algo, un no sé qué, que no me deja salirme con ligereza.
Me fastidia. Me fastidia el verme, someramente en ocasiones, profundamente en otras, bajo la carga de la estupidez supina.
Después de tratar durante todo el día de ser mejor, mejor en mil aspectos, la realidad me enfrenta a lo mismo: no he cambiado en nada ni me he vuelto mucho mejor en nada.
De hecho, con toda sinceridad, me siento bastante hortera. Debe ser porque es viernes y porque, realmente, estoy muy perdida por estos días. Perdida en mí, pedida en los días, perdida en todo tipo de imbecilidades .
Durante las últimas horas he intentado romper un poco con el sentido lúgubre que siempre arrastro, pero ésto, da cuenta de que no lo he logrado.
No me siento mal por ello. No me siento mal por no escribir algo bello. O algo digno de memoria. Y creo que la falta de malestar, radica en que lo que escribo en este momento, hace a las veces de catarsis y de confesión profunda.
Los últimos días he salido lo justo y necesario. No me he aproximado a personas sobre las cuales haya tomado decisiones rotundas, porque éso, sería ponerme en jaque nuevamente. Pero he cometido un error quizá peor. He deseado y he creído en mi destino o, al menos, en “éso “ que yo llamo “mi destino”.
No digo que haya estado mal, pero me ha lastimado de lo lindo. Y, en sano juicio, no creo que me haya hecho del todo bien aunque, de seguro, no me ha hecho del todo mal.
Me preocupa la especie de obsesión que monto por estos días en todo. Por momentos, hasta me irrita. No entiendo con certeza qué es lo que espero poniéndome en lugares tan poco comunes, con personas estrafalarias y es situaciones irrisorias. Pero, lo más difícil de explicar, es por qué esas cosas sólo habitan en mi mente. Ayer me propuse practicar Meditación Dinámica, con el único fin de dejar un poco en paz a mi cerebro, aún no lo he hecho y siento el peso en los hombros de todas las cosas.
Ayer descubrí algo, me llegó como suelen llegar las cosas maravillosas -en momentos extraños y cuando uno está desprevenido-, al contemplarme descubro que nunca he conocido a nadie con decisiones tan claras, pero con tan pocas fuerzas para llevarlas adelante.
Es triste, tristísimo diría, pero lo peor de todo sería ni siquiera darse cuenta nuca en la vida.
Ahora, pesa un poco menos.
La noche me trajo el llanto.
Vi aquello en lo que no me quiero convertir.
Pero hacia dónde corro a toda prisa.
Me lacera el cuerpo el sentirme inerte.
Sentirme igual que la gente que detesto.
Muerdo los puños, siento el miedo
¿Qué hay de realidades en estos momentos?
Anelo el silencio, quiero abrir la jaula.
Quiero dejar al espíritu volar libre.
No me preguntes cómo,
pero necesito quebrar los artificios.
tal vez la única manera, es volverlos reales.
Muerdo los puños, siento el miedo
¿Qué hay de realidades en estos momentos?
¡Lo habrá sentido alguien antes!
no es normal que el arte no pueda curarme.
quizá, sólo es el día.
Espero que lo sea.
Espero que este día sea el incurable,
Pero no toda la vida.
Muerdo los puños, siento el miedo
¿Qué hay de realidades en estos momentos?
Lenta, la lluvia arrasa el dolor. La noche que converge se lleva para siempre cualquier signo del pasado.
Dos o tres voces se oyen a lo lejos, pero no sabremos (nunca sabremos) qué es lo que dicen. Se lleva la tormenta repentina mi alma, o al menos, lo que queda de ella. Se extienden Inevitables, los segundo que se volverán horas y al fin, muerte. Mi mente es recorrida por momentos por múltiples e imperceptibles recuerdos.
¿Quién seré en este instante? ¿Qué seré cuándo llegue el alba?
Restan sólo algunas horas y no puedo esperar para descubrir el misterio en el que me convertiré en poco instantes.
Mis ojos se mantienen perplejos, apenas un haz de luz ilumina la habitación. Se aproximan las horas de la mañana y casi no quedan vestigios de la vida anterior.
No he dormido ni por un instante, así que no diré que “he despertado para descubrir”, simplemente diré que he descubierto, casi ya sin asombro, todas mis mutaciones.
En las primeras horas de la madrugada, mi piel, disfraz de mi cuerpo, se ha desprendido por completo, dejando al descubierto la carne viva. Como el fénix, que renace de entre las cenizas, lenta, pero constantemente, se ha regenerado. Su color no es el mismo, es mucho más blanco (ahora es blanquísima).
Llueve, o al menos eso creo. Las gotas se apresuran a mi ventana y salpican mis ojos (que ya no son los míos), la lluvia los abraza (¿o serán lágrimas?). Han cambiado. No lo veo, nada veo en esta oscuridad empero, lo siento. Siento cómo su color ha trasmutado, quizá ahora tengo ojos del tiempo.
No tengo cabello, daño colateral del cambio, pero el cuero cabelludo parece albergar alguna esperanza, al menos una muy remota.
Todo ha sido arrasado. Ha desaparecido mi soledad, se han deshecho mis recuerdos. Se ha ido todo, hasta la luz del día.
¡Es tan oscura la habitación!
No me quejo, no quiero mi puedo quejarme, porque durante años añoré el cambio que, en esta noche lúgubre, me ha sido concedido.
Lo busqué con desesperación y candor; lo esperé con rencor; lo amé, lo invoqué y conjuré con todo cuanto ha existido.
Ahora, con asco, recelo y resentimiento me adentro a la verdad: todo ha cambiado en mí. Han desaparecido los rastros de la persona que fui, las comisuras de mis labios, el color de mi sangre y hasta parte de mis recuerdos. En sana evaluación, he dejado de ser.
El día cabalga a galope, el plazo está casi acabado.
Escudriño en lo más profundo del alma, ¿qué quedará de mi?
Queda la esencia, quedan vastos recuerdo con lo que, de seguro, podré reconstruir mi vida anterior.
Queda todo, los odios, el dolor, los sueños. ¿Qué es lo que pasa? ¿No era, acaso, ésto lo que debía olvidar?.
Con devastador rencor, descubro que aún soy yo. Mi mente está intacta, todo aquello que durante las primeras horas de la madrugada pareció desaparecer del espíritu, ha vuelto y con doble fuerza.
Conservo mi edad y mis sueños de gloria. Llevo con horror el peso en mis hombros de aquellos que me antecedieron. Al parecer, he sido capaz de liberarme de todo cuanto no me importaba. En vano han sido los esfuerzos; porque en estas difusas tinieblas me encuentro enfrente de mí misma: no ha mutado mi alma, no ha cambiado mi ser.
Es posible, que ahora nadie me reconozca, pero eso no es un cumplido. Porque yo, la única persona que debía olvidarme, me recuerdo con más frescura que nunca.
¿Qué soñé? ¿Qué fue real? Todos entendieron algo que nunca fue, algo que quizá nunca sea. Bebí de más, no quiero olvidar, esto es hermoso y quiero vivirlo todo. Las subsiguientes horas serán eternas y tan efímeras que no llegaré a tocarlas.
Ella me habló del lugar preciso donde él escribió aquel libro. Se relacionaba en incomparable manera a vos. A todo aquello que te rodea y te crea. Aquello que, sin proponérselo, te vuelve único. Hoy lo sé, voy a extrañarte el resto de la vida. Hasta que se consuman mis mañanas, hasta que encuentre el horizonte. No quiero aquello que todos pueden ver. Quiero lo profundo y más hermoso que fluye de un alma melancólica, de tus madrugadas a las orillas de la muerte.
Hoy pensé todo el día. Por lo general me resulta difícil burlar a mi mente, casi tan difícil como burlar mi suerte. Pensé en los días que se me esfuman de las manos. Pensé en que cada vez me acerco más a la vejéz. Que me aproximo al fin de todo.
Por las horas del mediodía rocé la locura: creí en cuanto artista suicida conociese y los consideré, no con mucha eficacia. Dudé de la existencia de Dios, de un Dios. Apoyé a Nietzsche y dije: “Dios ha muerto”. Reevalué esto último, necesito creer en alguien o en algo superior. Lo reviví en mi mente otra vez. Estúpidamente, reviví a un Dios que no había matado en realidad.
Por la tarde me invadió la preocupación,le temí a todo; luego me sobrevino el amor más puro del mundo.
Esperé con ansias los saludos, los cumplidos y todas esas irónicas estupideces que la gente dice cuando cumples años.
Por la noche lo inesperado: alguien me enfrentó con una absurda verdad, dijo, de echo, la única verdad que me han dicho en todo el día; condeno el acto por que sé que hiere. Lo evalúo más tarde, lo veo con desdén, quizá mañana me sea vital.
Me pregunto una vez más qué me depara el destino, aunque ya no me importe mucho. Sé, no podemos escapar. Hoy murió el hombre de la vuelta de mi casa: lo odiaba. Pero me hizo pensar en la muerte y en sus vastas manera de llegar. Reveo el hecho de mi vecino y mi odio hacia él, ya no quiero odiar más. ¿De qué me serviría?. Vuelvo. La vida es corta, aún viviendo mil años - lo cual sería imposible-, así que, es demasiado corta. Sólo hay una manera de ser inmortal. No la he descubierto aún, o, mejor expresado, no la he puesto en práctica con esmero.
Ya me he calmado un poco. Si me acuesto ahora, dormiré algo así como cinco horas (eso contando con que la suerte esté de mi lado), nada mal para el día de mi cumpleaños. Nada mal para decidir vivir de nuevo y, definitivamente, nada mal para enfrentarse la vida con la cabeza rota.
De todos tus papeles, el de la sagaz, era el que más me gustaba. Cuando no medías distancias y saltabas a un precipicio enorme y decadente. Cuando no tenías miedo, ni evaluabas consecuencias. Extraño ese papel, extraño la consciencia de la inconsciencia. Te veo, ahora, tan atemorizada, tan espantada por el dolor y, sobre todo, por la duda que genera enfrentarse a algo realmente nuevo. Me decepciona descubrir que la verdad en tu mente, no es más que dejarlo todo sin resolver. No es más que huir, a un campo desierto. No es más que vivir en un estado vegetativo. Por Dios!!! NUNCA quisiste esto. ¿ qué pasa? ¿Son los años, la vejez, el cansancio?
Yo soy vos. Lo he sido desde siempre, he sido tus espejos rotos, los retazos de tu alma. He sido tu nociones remotas, tu picardía a flor de piel, las madrugadas entre drogas y algodones.
Hemos sido lo mismo, un paraíso sin respuestas. La mañana en la que descubrimos lo bello de vivir. He sido tu vocación, tus infinitas manías, tu miedo a todo, tu putrefacción, el amor y las noches.
Yo, reina de las modificaciones, almaceno tus recuerdos, tus hipocresías, tus mentiras piadosas, tus almas en penas.
Yo soy vos, desde cada gota de sangre, desde los confines de los tiempo. Yo te exijo, te ordeno, imploro: NO ABANDONES AQUEL PAPEL. De todos tus papeles, el de la sagaz, era el que más me gustaba. Cuando no medias …
Ahora lo pienso con más claridad. Con más claridad de la que tuve nunca en mi vida.
Realmente, por un momento no me conformé, ni lo hago ahora. Creí que el mundo era ser una estrella encantadora. Un ser capaz de dominar el cielo y la tierra. De someter todas las artes. De poseer todos los talentos. Creí que se podía ser Dios y ser feliz.
Hoy no creo que se pueda, porque tampoco lo pretendo. Es irónico cómo llega la lucidez a nuestras vidas. De repente ves aquello a lo que aspiras, respiras y te dices: "ya no lo quiero". No lo quiero porque es efímero. No lo quiero porque es estúpido. No lo quiero porque nunca sería tan imbécil para tolerar tal arrogancia. Porque no puedo volverme un rostro hermoso, ni un ser talentoso, sin escrúpulos.
No querría nunca que alguien diga que lo que yo digo es así ,sólo porque yo lo digo. Es una especie de ser un modelo de la nada misma y un ser insensible que se cree capaz de producir cualquier efecto. No hay una privacidad, como sí la hay en la idea de escribir algo, que nadie leerá.
No creo poder vivir de esa manera: destacar qué es lo injusto y qué lo correcto, pero, sin embargo, hacer todo lo contrario. Es fácil decir que lo que pasa en el mundo debe terminar, cuando se es tan estoico. Es sencillo, porque en esa “condición” nada importa.
Y diré: “Todo lo que haga será por mí”. No olvidaré nunca que existen otros pero, no obstante, lucharé por mí. Defenderé mis ideales, izaré una bandera que proteja mi nombre. Erigiré una pared lo suficientemente alta para cuidar mi espíritu, más no capaz de aprisionar mi alma. Buscaré cualquier ocaso que quite los dolores, porque he venido a este mundo a vivir, he venido a ser.
Compartiré una nueva idea, en donde digo: cualquier cosas es mi mundo. Y todo lo que existe puedo conquistarlo. Me enalteceré tanto como me sea posible, sin olvidar lo insignificante que somos en el mundo. Quiero abrir las alas, quiero un alma que realmente pueda volar. Deberé conseguir otras alas, creo, perdí las originales.
No creo que importe cómo consiga las cosas, nunca seré tan despreocupada, ni tan hipócrita, ni tan idiota, ni tan malvada.
Aprendí a deshacer y crear todos los mundos: los paralelos, los efímeros. Aprendí a convivir con todos mis alteregos, con mis desmanes, con mis escenas, con los ensueños de las noches en velas, con los laberintos de arenas.
Ahora seguiré, enfrentaré está verdad, la verdad. Tomaré a belleza de conocer que el dolor, también puede ser bueno. La belleza de descubrir que desterrar los sueños más triviales, puede salvarme alguna vez.
Voy a vagar, lo sé. Voy a hacerlo hasta que descubra que no me equivoqué. Quizá nunca lo descubra. Pero algo he de aprender. Y con eso bastará para saber cuánto me equivoqué.
No es esto tan difícil, lo hacemos al menos miles de veces al día. Un par de millones de veces al año, y millones de millones de millones, mientras dura la eternidad.
Es simplemente desintoxicación, es desmembrar al mal, es sacarse los karmas, es simplemente poder decir adiós, es empezar desde los inicios.
Purificaré todo. Empezaré por mi cabeza, limpiaré mi alma. Extirparé odio alguno que quedó guardado. Desharé mis moldes, suicidaré las ideas poco nobles. No mentiré tan seguido, no fingiré tan seguido. Evitaré regurgitar ante las demostraciones insípidas de falsa idolatría, de falso amor, de falsa compasión.
Voy a reinventarme. Difícil tarea, no pienso cambiar lo que era